lunes, 1 de octubre de 2012

El guardián entre el centeno (The Catcher in the Rye)

''—Oye —le dije—. ¿Qué te parece si nos fuéramos de aquí? Te diré lo que se me ha ocurrido. Tengo un amigo en Grenwich Village que nos prestaría un coche un par de semanas, íbamos al mismo colegio y todavía me debe diez dólares. Mañana por la mañana podríamos ir a Massachusetts, y a Vermont, y todos esos sitios de por ahí. Es precioso, ya verás. De verdad.
Cuanto más lo pensaba, más me gustaba la idea. Me incliné hacia ella y le cogí la mano. ¡Qué manera de hacer el imbécil! No se imaginan.
—Tengo unos ciento ochenta dólares —le dije—. Puedo sacarlos del banco mañana en cuanto abran y luego ir a buscar el coche de ese tío. De verdad. Viviremos en cabañas y sitios así hasta que se nos acabe el dinero. Luego buscaré trabajo en alguna parte y viviremos cerca de un río. Nos casaremos y en el invierno yo cortaré la leña y todo eso. Ya verás. Lo pasaremos formidable. ¿Qué dices? Vamos, ¿qué dices? ¿Te vienes conmigo? ¡Por favor!
—No se puede hacer una cosa así sin pensarlo primero —dijo Sally. Parecía enfadadísima.
—¿Por qué no? A ver. Dime ¿por qué no?
—Deja de gritarme, por favor —me dijo. Lo cual fue una idiotez porque yo ni la gritaba.
—¿Por qué no se puede? A ver. ¿Por qué no?
—Porque no, eso es todo. En primer lugar porque somos prácticamente unos críos. ¿Qué harías si no encontraras trabajo cuando se te acabara el dinero? Nos moriríamos de hambre. Lo que dices es absurdo, ni siquiera...
—No es absurdo. Encontraré trabajo, no te preocupes. Por eso sí que no tienes que preocuparte. ¿Qué pasa? ¿Es que no quieres venir conmigo? Si no quieres, no tienes más que decírmelo.
—No es eso. Te equivocas de medio a medio —dijo Sally. Empezaba a odiarla vagamente—. Ya tendremos tiempo de hacer cosas así cuando salgas de la universidad si nos casamos y todo eso. Hay miles de sitios maravillosos adonde podemos ir. Estás...
—No. No es verdad. No habrá miles de sitios donde podamos ir porque entonces será diferente —le dije. Otra vez me estaba entrando una depresión horrorosa,
—¿Qué dices? —preguntó—. No te oigo. Primero gritas como un loco y luego, de pronto...
—He dicho que no, que no habrá sitios maravillosos donde podamos ir una vez que salgamos de la universidad. Y a ver si me oyes. Entonces todo será distinto. Tendremos que bajar en el ascensor rodeados de maletas y de trastos, tendremos que telefonear a medio mundo para despedirnos, y mandarles postales desde cada hotel donde estemos. Y yo estaré trabajando en una oficina ganando un montón de pasta. Iré a mi despacho en taxi o en
el autobús de Madison Avenue, y me pasaré el día entero leyendo el periódico, y jugando al bridge, y yendo al cine, y viendo un montón de noticiarios estúpidos y documentales y trailers. ¡Esos noticiarios del cine! ¡Dios mío! Siempre sacando carreras de caballos, y una tía muy elegante rompiendo una botella de champán en el casco de un barco, y un chimpancé con pantalón corto montando en bicicleta. No será lo mismo. Pero, claro, no entiendes una palabra de lo que te digo.''

No hay comentarios:

Publicar un comentario